jueves, 30 de abril de 2009

Primos cerdos

Qué libre de miedo llenarme las fosas y arrancarme un suspiro.
Como si esperara algo
todavía
de un gesto.

Dicen que está muy mal
contra mí y contra todos
—qué hay de nuevo en ello—
si lo que tengo es ganas de que pase algo más.

Miro lo que pensé que no
oigo lo que supe que no.
Es ya
lo que no se creía.
Si del viento
y del tiempo el aliento
me viene el monótono intento
que culmina en lamento
La vida no se va, ni se escapa,
se muere.
¿Qué es la enfermedad?
En la guerra le apuesto a los virus desde hace tanto atrás.

Sergio Sepúlveda

miércoles, 29 de abril de 2009

Tráfico de influencias

Normalmente salgo al mundo y en sus calles me contagio de su odio, de su prisa, su tristeza, su arrogancia, de su orgullo, su soberbia, sus ideas, su petulancia.
No tardo en creer que soy alguien importante y que es valiosa mi opinión, que me merezco lo que ofrecen los anuncios, que votar vale la pena.
Al dar la vuelta en la esquina me detengo unos segundos y miro cómo he crecido.
¿Para tan malas influenzas habrá un buen antiviral?
Mucho es lo que nos afecta en la vida cotidiana pero hoy se señala sólo a un demonio en especial, execrable tema obsesivo de trivial conversación para charlar con la boca tapada.
Epidemia tautológica que nada tiene que ver con esta seca garganta, con esta tos que no limpia, con estos mocos rojizos, aferrados y con este inocente estornudo que rechazan los transeúntes con fúnebre indignación.
Los que trabajan de jefes de clanes, tribus y hordas, con toda su buena fe (¿inconsciencia es buena fe?) quieren devolver la infausta realidad a la regularidad, la paz, la normalidad.
La realidad no se deja.
Ya el planeta está irritado.
Se sacude, se rasca el lomo.
Ya tiene gente de más.
Teístas empedernidos, pensamos que es un castigo a nuestra obtusa impiedad.
Y me río de esas sesudas teorías que culpan del tifo y de tanta paranoia a Bush, a Pinky, Cerebro y a varios genios del mal, viscosones que se han hecho dueños de las monetarias riendas del sobado mundo.
Los intelectuales, chico, ¡ah, qué inocentes que son!
¡Y la colectividad, qué tierna, que va con sus mascarillas sobre la blanda conciencia, infectándose de radio, de periódicos, de cine, de escuela y televisión!
Y esta incapacidad humana de estarse tranquilos, quietos, sin hablar, sin aspavientos, dentro de una habitación.
Esta necedad de querer saber, querer estar informado, de uniformarse a través de lo que dice el vecino, de llenarse de opiniones, propias, ajenas, da igual.
Mientras ando por el bosque me doy cuenta que los árboles no se enteraron del chisme.
Que la vida sigue igual, pero que nosotros no.
Hoy estamos asustados.
Lo extraño es que no es mentira, que hay ahora en alguna cama alguien que se siente mal; los pulmones lacerados, sin aliento, rindiéndose en pleuresía. Tiene ulcerada la tráquea, estragos del diplococo, en una y doscientas camas, en quinientas, en tres mil.
Del mismo y distintos virus.
Del mismo y distinto mal.
Héroe anónimo.
Una cifra para emitir otra nota.
Su nombre no nos importa, mártir de una tarde ignota que libró cruenta batalla por una causa sin dueño.
Y hay en algún cuerpo humano un virus nuevo y extraño que se debate entre morir y seguir muriendo. Un fármaco cala sus fuerzas y está acabando con él.
No importa eso.
Lo alarmante es que está en peligro el gran rey de la creación.
¿Y yo, soy también mis bichos, mis microbios, mis afectos, mis efectos, mis defectos, mis infecciones, mis virus, mis hilos, mis ilusiones?
¿O por qué les llamo mis?
Entre lo mío no figuran los pechos ni la cintura de aquella Miss Universo.
Luego, esa miss no es de mis.
Sin embargo somos todos parte de un universo y, ahora, mientras esto escribo toso, estornudo y muero, quiero, me consumo, hiero y muero cada instante y otra vez no soy el mismo.
Entre el que vivo y me muero se extiende todo un abismo, el que sabe y el que ignora, el que se está defendiendo, el inmortal, el fugaz, el duro, el perecedero, el que se está divirtiendo, el que no se va a rajar, el embustero que vendo y el mismo que nunca fui.
El final se va acercando.
La influenza influye en mi vida y la muerte influye en mí.

Oscar Franco

Control

No controles mi forma de vestir
Flans



Los tapabocas me enmudecen
anonimizan mi anatomía
me hacen vivir la guerra subterránea
escribo auxilio
desde mi montaña
sola

estoy

ocupada en decir estas palabras
me resisto al pánico
a meterme con miedo en las sábanas
mientras la influenza o influencia mata
las drogas se legalizan
estos tiempos están agitados

ennegrecidos

el pánico
ha esparcido la epidemia
sobre los oídos,
ha sembrado el terror en mi país
la gente no sale al parque
la gente no camina,
se inmoviliza se individualiza
se yoyoyoenferma,
no hay mejor control que el miedo a la muerte
tan insignificantes somos
que respondemos a la pandemia
sin hablar sin tocar
sin fe, se reconoce o muere.

Haydee Ramos Cadena

los ojos de sí mismo

mi voz era un silencio
tan parecido a una catástrofe
que no pude contenerlo

el silencio se trepaba a los ojos de sí mismo
trepados a su vez a las cosas que veía

el silencio y su andar yámbico que hipnotiza las caderas del ayer
donde me regalaste seis silencios más
que me declararon la guerra
y me retorcieron la lengua para que fuera espiral
o escalera, por la que suben ruidosas las palabras

tenemos la recámara del fusil/cargada de besos
voluntarios a pie de página /que quieren abrir fuego

ayer se nos traspapeló la noche
me trepé por ti
níspero inconsciente de mi boca
mientras dormías huí al confín de tus dominios
recelosa de no encontrar puertas

vi el vacío mientras un metro se cruzaba con otro
calcé un instante los zapatos del destino
nadó mi pie, ínfimo anfibio acalorado
que ve en las dimensiones de aquel charco
océano de un futuro exagerado

los granos de silencio se esconden lejos del invierno
y no sé dónde desarmar el corazón
si a estas alturas todo el mundo huye de las guerras

un beso puede significar más que un simple roce
sobre todo si no chocan los labios
sobre todo si los ojos del silencio te desean
buena suerte

te escribo a ti
torpe y sencillo
como el hueso
de la aceituna
menos verde

te escribo
calavera de los astros
indómito resquicio de universo
fantasma de mi nombre enrevesado
atípico retrato de la luz


eva cabo

poema de alto riesgo

fase 1
me enferma que hoy
ni siquiera san judas tadeo (patrón de las causas imposibles)
genera suficiente fe

fase 2
el enemigo es el miedo enfermándonos de inercia

fase 3
hay que salir a la calle
hay que dar la mano
hay que dar la cara
hay que sonreír a los desconocidos
hay que hablar y hablar entre nosotros
hay que besarse mucho

fase 4
es verdad
el miedo a morir por causas antinaturales a veces nos consume
(yo también siento miedo)

pero en cada esquina de la ciudad podría dispararse un accidente

hace dos días murió un paciente de enfermedad curable:
un conductor infectado de nervios se estrelló contra su ambulancia

vale la pena decir
que en una ciudad de tantos habitantes el riesgo siempre acecha:

riesgo es una palabra multicéfala que muta de significados

fase 5
corro riesgo:

de tragar una mosca y ahogarme en su aleteo inquieto e insalubre
de contraer tardíamente varicela y llenarme de volcanes virulentos
de embriagarme mucho una noche y olvidar la dirección de casa
de envenenamiento por sobredosis de jacarandas en primavera
de enamorarme de quien no debería
de mutar a favor de los temibles intereses del mercado
de volverme crédula y sumisa
de quedarme calva

corro riesgo

de perder la risa despreocupadamente en un día gris y que además,
cierren el metro

corro riesgo de que me aplaste una estampida de dromedarios marsupiales caminando por la calle australia
de noche, corro riesgo de que me secuestren los extraterrestres
o de que el perro del vecino me contagie de rabia

corro riesgo de caer en un hoyo negro cruzando la galaxia
corro riesgo de impactar a un meteorito

corro riesgo de ahogarme en llanto o morir electrocutada en medio de un orgasmo
corro riesgo de perderme en el desierto de mí misma o de perder los dientes adentro de mi sueño o de atragantarme con una semilla roja de esperanza

pero hay que salir

fase 6
el encierro también es una muerte
el miedo también es una muerte.

Nicole Delgado.
Ahora que lo pienso,

(después de haber mirado
la herida en tu memoria

después de ver tu llanto
salinidad electrónica en pantalla

después de romperme el esqueleto
leyendo tus palabras desgarradas

después de tu voz articulando
el nombre de tu hermana:
“Sofía. Operación el miércoles.
Me necesita. “

después de tu “Puta madre.
¿Qué hago? Nada. No puedo hacer nada”

después de mirarte en el derrumbe
del universo personal y otros demonios

después de la visita clandestina
a tus fantasmas personales

después de haberte visto
la herida en el costado


después de descubrirte
tan frágil, vomitando a solas en el baño
todo el amor y todo el miedo

después de quedarme sin respuestas
para tus preguntas de niño
que descubre que dentro algo le cruje)

me doy cuenta
de que me duele mucho más
el fin –probable- de tu mundo
que el probable fin del mundo.

Zaría Abreu.
Si el mundo se acabara hoy

Si el mundo se acabara hoy
y lo supiera
no haría nada distinto:
Nunca he sido de esos
que en el último minuto
se atragantan.

Nada diferente:
Tú,
yo,
el aire.

Disfrutaría con lupa
la silueta de las migajas del pan diario
repasaría con la lengua detenidamente
los sabores que te forman,

me acostaría con la ventana abierta
a que viéramos el cielo derrumbarse
que aún el fuego es hermoso en su bravura.

(sin título)
y entre la densura de esta furia pánica
parece que la tierra nos quisiera decir algo,
algo de ciclos roncos y de muerte
algo que recuerda
nuestra prescindible miniatura.

pero no entendemos su lenguaje ni su lógica.

Emiliano Álvarez.

en estos días

en estos días la luz de las lámparas ordena nuestras noches de vasos
tengo necesidad del silencio para escuchar mi voz
por favor no me interrumpan con timbres ni preocupaciones
escojo a las personas que necesito

en estos días la gente circula con una máscara sobre la boca
la boca es la parte tuya que más me hace falta
el aire, patrimonio de los Hombres
ha sucumbido bajo quirúrgicas de tela

el violinista de Gante
la ciega sin órbitas
el ‘viene viene’
siguen habitando el Primer Cuadro

pero las estatuas han desaparecido

quiero llenar de andamios mis hojas
regresar al ruido de todos los días
de pronto
congelarme en una gruta
lejos
donde el mar me murmure al oído kilómetros de sal
llave, estrella, ornitorrinco, pluma
en estos días decenas de arañas dañaron mi cuerpo
gruesas pláticas
aburrimiento

exorcicemos la plaga
y el miedo

no lluevas, peste
sobre nosotros.

Lauri García Dueñas
influenza 1
vivo.....muero.....estallo
por ahora mientras el cielo se obscurece
mi pensamiento es un día de sequía
la hora...el minuto...el segundo fueron pasado
en el cielo un colibrí negro se posa en el sol
.
influenza 2
la mañana es un espejo que brilla en los ojos
existe el silencio adentro
pero afuera
los muertos se contagian con la mierda de los vivos
quiénes gritan:
Novus ordo seclorum

El payaso de los tiempos toca nuestra casa
.
influenza 3
llorar
llover
sonreír
soñar
en el parque hay un nuevo gigante
la soledad tiñe el viento
el cuál nos acaricia el rostro
dejando un seco presentimiento de angustia

al fin del cielo el agua cae
.
influenza 4
despierto
el mundo huele a suicidio
de mis ojos se desprenden palabras afónicas
que se deshielan en el templo
una carga eléctrica sacude las nubes
el viento calla ante la sonrisa de los muertos
las piedras desde siempre fueron cementerio
.
influenza 5
la noche pende de la soledad
una nube se refugia atrás de un edifico
los alquimistas del norte no encuentran al colosal brillo
el amanecer dorado nacerá en la siguiente muerte
.
influenza 6
Non nobis, Domine, non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam
Después del fuego
vino la lluvia ácida
y el hielo
nuestro rostro tiene un poco de sed
las grietas de la piel lo confirman
por la gloria de tu nombre alzaremos las copas
.
influenza 7
el tren recorre la grieta del silencio
se desploman las heridas y los llantos
el cuerpo cansado en creer en el cuerpo
se tumba como edificio de 1985

hay que tener más agua en los ojos para poder limpiar el polvo de abril
y las cruces del tiempo que adornan nuestras casas
.
influenza 8
8380 D3C1R73 9U3 L4 MU3R73
35 UN4 M4NZ4NA C0L0R4D4 Y JU60Z4
9U3 SU 0L0R E5 C0MO 3L D3 UN R1FL3
D3 454L70 ak-47
no subestimes al fuego ni al dolor del olvido

Arturo Sodoma

Más crisis, más influenza, menos de ti.

Primero, la simulación de una ciudad en combate, me impidió llegar a tiempo hacia ti,
las calles sufrieron una cirugía que dislocó los caminos de tu nombre, donde sabía que estabas y no alcancé a acostumbrarme al asfalto del estrés.
Esta ciudad cerrada, conspiró para no acercarme a tu boca.

Después de miles de horas que me robó el tráfico, algunos semáforos muertos, y magia detenida por manifestantes.
Apareció un ambiente de crisis con sabor a peso devaluado, acompañado con un fuerte olor a desempleo, planearon sentarse en mis pensamientos para no verte.

Y un poco más tarde, el agua no llegó a casa. “Nos vamos a morir si no la cuidamos”, dicen.

(Hay muertes
...............más dolorosas
........................y nadie hace nada). Suspira un balazo impune.

La ciudad está infectada, de venganza.
Ahora un nuevo virus me prohíbe estar contigo,
no puedo tocar; ni tus palabras ni tus manos.
Me tapan la boca con un trapo azul y blanco,
me dejan en silencio,
me atan las manos
porque desde hoy mi saliva está condenada.

Las voces en la televisión ordenan no vernos y estar separados.
Esta ciudad nos aleja poco a poco,
..............rostro a rostro,
...........................polvo a polvo.

Sólo nos quedan los ojos, nuestra única voz.
No sé, si es tu ausencia lo que me duele o me duele más ser presa de esta ciudad.

Guillermo Carballo.

Sin título

Pensé que cada lugar de congregación social estaba cerrado, completamente todo, hasta que recibí una llamada a mi móvil, mientras seguía con batería no dude en contestar, -¿Chema?- citó mi nombre la voz del otro lado, -Sí, ¿quién eres?, soy Gerardo Grande, te miró en la escuela a las 8, si puedes llevar algún libro será muy agradecido, recuerda al llegar, decir, Estampida de poemínimos, te miro allí,- no me dio ni un respiro para responder, me alisté, tomé unos libros del estante, mis ojos estaban ya cansados de leerlos una y otra vez, la realidad a la que me transportaban, hacía que mi mente abdicara de la opción mas viable, la más fácil, la más obvia, enloquecer. Llegué puntual, no había nadie en la puerta, así que llamé con tres golpecitos, del otro lado la puerta escuche decir, -¿Efraín Huerta?-, dudé, ¿qué carajo significaría eso, estaría en el sitio adecuado? como por impulso, y sin seguridad de mis acciones, pronuncié, -Estampida de Poemínimos-, abrieron la puerta lo suficiente para dejarme entrar, me jalaron, me despojaron del morral donde traía los libros, me sometieron, cubrieron mi cabeza y me amordazaron, hicieron que abriera la palma, y sentí el calor del hierro, quise gritar, pero el ardor que sentí cuando derramaron alcohol sobre la carne viva hizo que pediera conciencia. Cuando volví en si, pude ver a Gerardo, me dijo, -Bienvenido a la hermandad a la que siempre perteneciste, la de los amantes del conocimiento-, miré mi mano y vi claramente marcada, una moneda de cincuenta centavos, creo que no muchas cosas superaban ese valor en ese momento, me explicó que cuando empezó todo lo del virus, las sociedades de literatos decidieron unirse en una sola hermandad, revelaría muchas más cosas, pero ya estaba marcado, y más que una marca era un juramento, una devoción. Viví un tiempo con él, había muchas personas realmente cultas, personas capaces de citar capítulos enteros de novelas, más me confesaban que se sentían inútiles, me recordarón que el conocimiento no es tal, hasta que lo compartes, incluso, había religiosos, platicar con ellos, que me revelarán grandes aspectos, que hasta estos días seguían herméticos, me resultaba reconfortante, no estaba del todo mal, decían que el único consuelo que tenían, era el de saber, que las masas habían comprendido que cualquier Dios está en cada sitio, no se tienen que reunir a fingir en misas su devoción. Gerardo empezó a trastornarse, estuvo viviendo arriba de un árbol de hierbabuena, no quería que nadie se acercara lo suficiente para escucharlo, estuvo existiendo solo, sin nadie al rededor, sobrevivió un par de semanas comiendo las hojas, creo que afectaron sus facultades mentales, cuando por fin bajó, me miró de una forma tétrica, hostil, simplemente me dijo, -espero que hayas hecho todo lo que querías, por que aquí ya no hay mucho por hacer, vete, ya estamos condenados-.

Jose Maria Fernandez